¿Qué es la educación, para qué sirve y qué objetivos tiene?
La educación es un proceso multidireccional de transferencia cultural del cual nos valemos para poder transmitir una serie de valores y conocimientos, que facilita el enriquecimiento personal y ayuda a interactuar con el mundo exterior. Esta transmisión es muy ventajosa a nivel personal, ya que mediante la educación dotamos a las personas de estrategias y herramientas necesarias para fortalecer las características propias de cada uno, facilitándose así la integración en la sociedad.
Estas estrategias y herramientas no deberían estar dirigidas únicamente a lograr unos resultados concretos, sino a proporcionar a las personas las habilidades y los recursos necesarios para poder lograrlos de una forma distinta, fortaleciéndose así su espíritu crítico y creativo. La educación es riqueza, es poder, es autonomía, es dotar a las personas con los recursos necesarios para poder hacer frente a las posibles adversidades con las que nos podemos encontrar a lo largo de la vida.
Debido a esta gran variedad de acontecimientos y situaciones con las que nos podemos encontrar, no podemos dejar sin nombrar los diferentes tipos de educaciones existentes, que en mayor o en menor medida nos serán de gran utilidad. La educación se puede estructurar en educación formal, no formal e informal. La educación formal y la no formal se diferencian prácticamente por el ámbito en el que se imparten, es decir, si es reglado o no, siendo la educación formal una educación reglada y la no formal no. En cambio, la educación informal es aquella que se da cuando, sin haber una intención firme de transmitir conocimientos, hay aprendizaje.
Esta educación (formal, no formal e informal), tiene por objeto convertir a las personas en seres autónomos, capaces de pensar y actuar por sí mismos, logrando así una madurez personal por parte del individuo y preparándolo para vivir en sociedad. Este propósito de la educación no siempre ha estado presente. Hoy en día el concepto de educación nada tiene que ver con el que se tenía hace unos años. Antiguamente, los educadores eran únicamente transmisores de conocimientos y su principal herramienta de trabajo eran los libros de texto. Hoy en día en cambio, (aunque para nuestra desgracia todavía quedan bastantes transmisores) la labor del educador debería ser la de orientar y encaminar a los educandos hacia un camino en el que además de conseguir unos conocimientos específicos, pudieran adquirir las habilidades necesarias para poder adquirirlos de una manera autónoma, utilizando las diferentes herramientas que nos ofrece esta sociedad de la información en la que estamos inmersos.
Esta orientación, como ya hemos comentado, promueve el trabajo autónomo y el espíritu crítico del educando, donde es él el máximo responsable de su aprendizaje y el constructor de su futuro. Pero, todo este proceso no sirve de mucho si los educandos no están motivados para llevarlo a cabo, es decir, si no cuentan con ese grado de curiosidad que les va a aportar esas ganas de querer saber, querer hacer y querer participar. Esta responsabilidad recae sobre el modelo de educación y sobre los educadores, que son quienes deben ser capaces de llamar la atención de los educandos a través de su curiosidad. Para ello, claro está, es fundamental la buena y correcta formación de los profesionales además de un buen y correcto modelo de educación.
Estas estrategias y herramientas no deberían estar dirigidas únicamente a lograr unos resultados concretos, sino a proporcionar a las personas las habilidades y los recursos necesarios para poder lograrlos de una forma distinta, fortaleciéndose así su espíritu crítico y creativo. La educación es riqueza, es poder, es autonomía, es dotar a las personas con los recursos necesarios para poder hacer frente a las posibles adversidades con las que nos podemos encontrar a lo largo de la vida.
Debido a esta gran variedad de acontecimientos y situaciones con las que nos podemos encontrar, no podemos dejar sin nombrar los diferentes tipos de educaciones existentes, que en mayor o en menor medida nos serán de gran utilidad. La educación se puede estructurar en educación formal, no formal e informal. La educación formal y la no formal se diferencian prácticamente por el ámbito en el que se imparten, es decir, si es reglado o no, siendo la educación formal una educación reglada y la no formal no. En cambio, la educación informal es aquella que se da cuando, sin haber una intención firme de transmitir conocimientos, hay aprendizaje.
Esta educación (formal, no formal e informal), tiene por objeto convertir a las personas en seres autónomos, capaces de pensar y actuar por sí mismos, logrando así una madurez personal por parte del individuo y preparándolo para vivir en sociedad. Este propósito de la educación no siempre ha estado presente. Hoy en día el concepto de educación nada tiene que ver con el que se tenía hace unos años. Antiguamente, los educadores eran únicamente transmisores de conocimientos y su principal herramienta de trabajo eran los libros de texto. Hoy en día en cambio, (aunque para nuestra desgracia todavía quedan bastantes transmisores) la labor del educador debería ser la de orientar y encaminar a los educandos hacia un camino en el que además de conseguir unos conocimientos específicos, pudieran adquirir las habilidades necesarias para poder adquirirlos de una manera autónoma, utilizando las diferentes herramientas que nos ofrece esta sociedad de la información en la que estamos inmersos.
Esta orientación, como ya hemos comentado, promueve el trabajo autónomo y el espíritu crítico del educando, donde es él el máximo responsable de su aprendizaje y el constructor de su futuro. Pero, todo este proceso no sirve de mucho si los educandos no están motivados para llevarlo a cabo, es decir, si no cuentan con ese grado de curiosidad que les va a aportar esas ganas de querer saber, querer hacer y querer participar. Esta responsabilidad recae sobre el modelo de educación y sobre los educadores, que son quienes deben ser capaces de llamar la atención de los educandos a través de su curiosidad. Para ello, claro está, es fundamental la buena y correcta formación de los profesionales además de un buen y correcto modelo de educación.
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